Los pequeños cambios en los horarios de desayuno y cena pueden reducir la grasa corporal, según un nuevo estudio piloto de la Universidad de Surrey, Reino Unido.
“Aunque este estudio es pequeño, nos ha proporcionado una valiosa información sobre cómo las pequeñas alteraciones en nuestros tiempos de comida pueden tener beneficios para nuestro cuerpo. La reducción de la grasa corporal disminuye nuestras posibilidades de desarrollar obesidad y enfermedades relacionadas, por lo que es vital para mejorar nuestra salud”, declaró el investigador principal, Jonathan Johnston.
En concreto, los investigadores, que estudiaron el impacto del cambio en los tiempos de comida en la ingesta dietética, composición corporal y marcadores de riesgo diabetes y enfermedad cardíaca, dividieron en dos grupos a los participantes. Por un lado, a aquellos a los que se les exigió retrasar su desayuno 90 minutos y cenar 90 minutos antes, y los que comieron como lo harían normalmente (los controles).
Asimismo, los participantes debían proporcionar muestras de sangre y completar los diarios de dieta antes y durante la intervención de 10 semanas y completar un cuestionario de comentarios inmediatamente después del estudio. De esta forma, descubrieron que aquellos que cambiaron sus comidas perdieron en promedio más del doble de grasa corporal que los del grupo de control, quienes comieron sus comidas de manera normal.
En el caso de que estos datos piloto pueden repetirse en estudios más amplios, existe la posibilidad de que la alimentación restringida en el tiempo tenga amplios beneficios para la salud, explicaron los investigadores, citados por artículos especializados.
Aunque no hubo restricciones sobre lo que los participantes podían comer, encontraron que aquellos que cambiaban sus comidas comían menos alimentos en general que el grupo de control. Este resultado fue respaldado por respuestas al cuestionario que encontraron que el 57 por ciento de los participantes notó una reducción en la ingesta de alimentos debido a la disminución del apetito, la disminución de las oportunidades de comer o un recorte en los bocadillos.
Actualmente, “no está claro si el período de ayuno más largo realizado por este grupo también fue un factor que contribuyó a esta reducción en la grasa corporal”, especificaron.
Como parte del estudio, los investigadores también examinaron si las dietas de ayuno son compatibles con la vida cotidiana y el compromiso a largo plazo. Cuando se les preguntó, el 57 por ciento de los participantes consideró que no podrían haber mantenido las nuevas comidas más allá de las 10 semanas prescritas debido a su incompatibilidad con la vida familiar y social. Sin embargo, el 43 por ciento de los participantes consideraría continuar si los tiempos de comida fueran más flexibles.
“Sin embargo, como hemos visto con estos participantes, las dietas de ayuno son difíciles de seguir y pueden no ser siempre compatibles con la vida familiar y social. Por lo tanto, debemos asegurarnos de que sean flexibles y propicias para la vida real, ya que los beneficios potenciales de esas dietas son claras de ver”, concluyó Johnston.