Observatorio confirma retroceso de glaciares

Observatorio confirma retroceso de glaciares

El silencio es colosal en los nevados. El altiplano y la cabecera de la Amazonía se ven en el horizonte, pero hasta estas alturas, a mitad de la atmósfera, llega la ceniza de la quema de bosques y el smog de La Paz.

Desde un observatorio atmosférico a 5,240 metros sobre el nivel del mar -el más alto del mundo, ubicado en Bolivia- expertos de varios países aportan evidencia científica sobre el impacto que la quema de bosques y las partículas contaminantes de las ciudades tienen en los glaciares.

El Observatorio de la Atmósfera de Chacaltaya, a unos 30 kilómetros de La Paz, se levanta en lo que era un glaciar que acabó de morir hace 10 años por el calentamiento global. Aquí, donde funcionaba la única pista de esquí de Bolivia, ahora la nieve regresa sólo por unas horas en algunos días lluviosos.

Esta información es relevante en el país mismo porque el derretimiento de los glaciares afectará en el futuro el abastecimiento de agua a La Paz y su vecina El Alto, según el glaciólogo francés, Patrick Ginot, citado por medios de prensa.

Observatorio confirma retroceso de glaciares

La altura y ubicación del observatorio, en la frontera entre el altiplano y la región amazónica, y su cercanía a la ciudad permite obtener información de la composición y cambios atmosféricos, dice Marcos Andrade, director del observatorio que depende de la UMSA, la principal universidad pública paceña.

En altura sólo le disputa una estación de observación atmosférica que China creó recientemente en el Everest en la meseta de Qinghai-Tibet, a 5,200 metros de altitud.

Este sitio arrancó operaciones a mediados de los años 40 como observatorio de rayos cósmicos y ayudó a verificar la existencia, hasta entonces teórica, del pion, una partícula que le granjeó el premio Nobel de física en 1950 al británico Cecil Frank Powell.

Todavía están desperdigados en la montaña 54 conos que captan radiación cósmica, unas diminutas partículas que llegan del espacio y que sólo es posible capturar en la altura.

Fue una hazaña montar el observatorio en los años 1940. No había camino y los instrumentos debieron ser transportados hasta la montaña a lomo de llama, recuerda Andrade. Aún hoy la ruta de tierra es sinuosa y precaria.

Desde 2012, un consorcio de instituciones europeas y americanas estableció en el observatorio una estación que forma parte de la red Global Atmosphere Wath (GAW), que a su vez integra la World Meteorological Organización (WMO) para monitorear la composición atmosférica de la región, medir los gases de efecto invernadero, gases reactivos y partículas que llegan hasta la atmósfera y estudiar la condensación de nubes.

Investigadores de Francia, Italia, Alemania, Suiza, España, Japón, Finlandia y Brasil participan de las investigaciones.

Acá los científicos acumulan evidencia sobre el impacto del hombre en la acumulación de gases de efecto invernadero, una de cuyas fuentes es la quema de bosques y la contaminación urbana por dióxido de carbono que llega hasta los nevados e incluso traspasan las montañas hasta el Pacífico a más de 300 kilómetros de distancia. Esas partículas absorben el calor del Sol y los diseminan donde se deposita. Así es como un glaciar se derrite más rápido, dice Fernando Velarde, físico e investigador del observatorio.

En abril pasado, detectaron ceniza que llegó desde el volcán Sabancaya en el sur de Perú.

“Es un trabajo conjunto. La comunidad científica instala equipos de alta precisión y nosotros hacemos las mediciones. La información la compartimos”, explica Velarde.

“No hay un conclusión definitiva sobre el impacto de estas partículas en el retroceso de los glaciares andinos. Estudios similares en el Himalaya, Nepal, demostraron que el incremento de esa fusión (de partículas con el glaciar) es del 5 por ciento. En Bolivia el incremento es del 2 por ciento más al impacto del aumento global de la temperatura del planeta”, dice el glaciólogo Ginot. Ésta, explica, es una de las razones por la que glaciares de 5,000 metros de altura están derritiéndose.

Cada año miles de hectáreas de bosque son quemadas con fines agrícolas, sobre todo en el vecino Brasil. En Bolivia unas 300,000 hectáreas desaparecen devoradas por el fuego, pero el principal responsable del deterioro de glaciares andinos es el calentamiento global.

El año pasado, Ginot integró un equipo de científicos que recuperó hielo del Illimani, el nevado que rodea a La Paz, afectado por la fusión. Los trozos de hielo fueron llevados a la Antártida parar preservarlos para estudios futuros.

“Las muestras tomadas y las observaciones en la troposfera libre contribuyen a proporcionar una imagen de fondo global. Esas observaciones en la cima de una montaña brindan mejor imagen de los cambios en la estratósfera que las observaciones en elevaciones más bajas donde hay mayor interferencia”, explica James Butler, jefe de la división de monitoreo global de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.

Una especie de chimenea succiona el aire frío de la montaña que a su paso por equipos de monitoreo del laboratorio deja una diminuta huella negra que es medida en monitores que en la pantalla dibujan curvas con la cantidad de dióxido de carbono y otras partículas capturadas.

Más abajo del observatorio, sobre una planicie en la montaña, Japón está montando otro proyecto de cinco millones de dólares para capturar y medir los rayos gama bajo el liderazgo del premio Nobel de física (2015), Takaaki Kajita.

“El reto es mejorar nuestra teoría para entender mejor el universo. Puede que obtengamos resultados importantes o puede que no”, dijo Kajita cuando visitó La Paz a mediados de 2016.

Sin embargo, el trabajo de los científicos no puede completarse sin un poco de ayuda adicional.

“Como científicos tomamos un problema, estudiamos sus efectos y proyectamos respuestas a la sociedad, pero las decisiones finales está en manos de gobiernos y de los políticos”, afirma Velarde.

https://www.elnuevoherald.com

Deja una respuesta