En 2015 un enorme buque llamado Bulk Jupiter, que trasportaba una carga de 56.000 toneladas, naufragó a unos 300 kilómetros de la costa de Vietnam. Solo 1 de sus 19 tripulantes sobrevivió, recuerda un artículo de la BBC.
La tragedia llevó a que la Organización Marítima Internacional (OMI) advirtiera sobre los peligros del material que transportaba el Bulk Jupiter: bauxita, un mineral de aluminio.
No es que la bauxita fuera explosiva o tóxica. Su peligrosidad reside en una característica química inusual: este mineral sólido puede repentinamente transformarse en líquido.
El proceso se llama licuefacción o licuación y no afecta solo a la bauxita sino a muchos otros minerales como el níquel o la toba calcárea, entre otros.
¿Qué tiene de peligroso que un sólido se transforme en líquido?
Pues, si ese proceso ocurre a bordo de un barco en alta mar, y con una carga de miles de toneladas, tiene el potencial de hundir a un buque en muy poco tiempo.
En especial porque el fenómeno es reversible: la masa líquida, en ciertas condiciones, puede volver a hacerse sólida. Y si esto ocurre cuando la carga está toda de un lado del barco o acumulada en una esquina de la bodega, puede tener consecuenciales desastrosas.
En un reciente artículo publicado en la revista online The Conversation, la experta en ingeniería geotécnica Susan Gourvenec resaltó que, en promedio, diez barcos de carga han naufragado anualmente por este motivo durante la última década.
El fenómeno
Gourvenec, profesora de la Universidad de Southampton, en el Reino Unido, explicó el fenómeno:
«Estos materiales contienen agua entre las partículas sólidas. Cuando las partículas pueden tocarse, la fricción entre ellas hace que el material actúe como un sólido (aunque haya líquido presente)».
«Pero cuando la presión del agua aumenta, estas fuerzas entre partículas se reducen y la resistencia del material disminuye. Cuando la fricción se reduce a cero, el material actúa como un líquido (a pesar de que las partículas sólidas todavía están presentes)».
Consultada por BBC Mundo, Gourvenec explicó que las autoridades marítimas mundiales tienen un listado de los materiales que tienen el potencial de licuarse.
Pero advirtió que hay materiales peligrosos que pueden «no estar en la lista, mientras que otros que sí lo están ahora son procesados antes de ser transportados para modificar sus propiedades».
¿Qué produce la licuación?
La transformación del material de sólido a líquido se da por el movimiento.
«Puede ser las vibraciones de los motores, el movimiento del buque (sobre el agua) o incluso el momento cuando se carga (sobre el barco)», explicó la experta.
Ese mismo movimiento es el que puede generar el segundo proceso peligroso: el desplazamiento del material (ahora líquido), que puede luego solidificarse de nuevo en una nueva ubicación, potencialmente peligrosa.
¿Qué puede hacer una tripulación para evitar riesgos?
Una vez en el agua el fenómeno es muy difícil de controlar porque el movimiento es inevitable.
Por eso, la mejor defensa es la vigilancia, dice Gourvenec.
La ingeniera sostiene que los barcos de carga que transportan este tipo de elementos deberían estar equipados con nuevas tecnologías que los ayuden a evitar desastres.
Por ejemplo, sensores que monitoreen la presión del agua dentro de la carga y que permitan detectar cuando esa carga se desplaza de lugar.
Esas alertas podrían permitir que la tripulación actúe de forma preventiva, haciendo cosas como drenar el agua de la bodega o cambiar el curso del barco para evitar tormentas si el cargamento está en un estado peligrosos.
¿Otra forma de transporte?
Pero ¿por qué no evitar directamente el mar y utilizar otro medio más estable para transportar estos materiales peligrosos?
«El transporte marítimo es el más barato para trasladar grandes volúmenes (y tiene las emisiones de carbón más bajas)», explicó Gourvenec.
«Se transportan decenas de miles de toneladas de material en cada envío», señaló la experta.
Al final, esto es lo que realmente explica por qué se hunden diez barcos cada año por el proceso de licuación, pese a ser un fenómeno conocido: se trata de un problema de costos.
Soluciones como adaptar mejor las bodegas para este tipo de carga o incluso comprar sensores son costosas.
«Y, como reconoce la misma Gouvernec, los márgenes comerciales para los transportistas de cargas son escasos.