Un equipo internacional está llevando a cabo una investigación acerca de cómo evolucionará la apariencia facial humana en el transcurso del tiempo. Ya han sido encontradas algunas pistas para responder a esta pregunta. En ese sentido, los expertos explicaron qué rasgos tendrán nuestros descendientes y por qué.
La cara humana actual se transformó de un rostro más intimidante, que era una ventaja para competir, a otro que era conveniente para llevarse bien con los semejantes, cuenta Penny Spikins, de la Universidad de York. Los científicos creen que eso es lo que ha llevado a convertir al ser humano en la especie más expresiva del planeta. En términos faciales, somos el animal más expresivo de la Tierra, capaces de recrear alrededor de 50 gestos, confirma el genetista Adam Wilkins. Eso ocurre porque tenemos un conjunto completo de músculos, los miméticos, que solo se encuentran en los mamíferos. Por eso, otros vertebrados (un caballo o un perro) no son expresivos facialmente: carecen de la capacidad total de mover la piel de sus caras, agrega.
Uno de los grandes cambios de la cara está asociado al tamaño del cerebro y relacionado con la evolución del propio cerebro, que permitió que tengamos más posibilidades expresivas, básicamente porque somos seres sociales y cooperativos y necesitamos esas características, explica el especialista. Sin embargo, no está claro cuál fue la causa y cuál el efecto: si somos expresivos como resultado de un cerebro desarrollado o si nuestro cerebro se desarrolló a causa de la expresividad.
Aunque somos los seres más expresivos, nuestra estructura facial está lejos de ser perfecta, refiere un artículo de prensa.
Nuestros ojos están muy juntos y miran hacia adelante, los arcos dentales humanos son desproporcionadamente pequeños en relación con el resto del cuerpo: tenemos dientes muy chicos. Es decir, las características físicas de nuestra cara son inusuales, explica Wilkins. Por consiguiente, en el transcurso de la evolución nuestras caras irán transformándose, apuntando a la perfección. Otro factor fundamental que afectará nuestro aspecto sería la adaptación de los genes a las nuevas reglas del cambiante medio ambiente, es decir, la selección natural, postulado de la teoría de Darwin.
Lo interesante es que el ser humano es tan social que esa característica sirvió de punto de partida en la selección natural, desempeñando un papel decisivo en cómo evolucionó la cara del Homo sapiens. En un mundo tan superpoblado, con millones de seres humanos viviendo en espacios reducidos, la cara sigue y seguirá jugando un papel clave en nuestras vidas. Por lo tanto, continúa su evolución. Desde un punto de vista esquelético, posiblemente se seguirá produciendo una reducción de la mandíbula, como desde hace dos millones de años. Eso cambiará el aspecto, en algunas personas más y en otras menos, lo que contribuirá a una mayor variabilidad entre los humanos, asegura Antonio Rosas, profesor e investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, de Madrid.
Entonces, ¿cómo seremos?
Si nuestro cráneo sigue evolucionando, lo previsible sería que continuase con esa juvenilización en las proporciones craneales, lo que llevaría a una cara más reducida, con órbitas oculares proporcionalmente mayores, un mentón de menores dimensiones y una bóveda craneal más globular y desarrollada. Eso sería lo esperable si continúa un proceso que se conoce como neotenia, que quiere decir alcanzar la adultez reteniendo características juveniles, señala Paul Palmqvist, de la Universidad de Málaga.
Para hacer estas afirmaciones, los científicos se basan en evidencias actuales: Hay datos que sugieren que este proceso evolutivo sigue en marcha. Así, la proporción de individuos que ya no forman la muela de juicio (terceros molares, las últimas piezas en aparecer en la dentición permanente) parece haber ido aumentando desde el origen de nuestra especie en el Pleistoceno superior, hace entre 250.000 y 160.000 años, e igualmente la falta de espacio para esta pieza, por reducción de la mandíbula. Eso hace que, al erupcionar esta muela, desplace a los dientes anteriores», cuenta Palmqvist. El experto especula que para que continúe una evolución del rostro en el sentido que hablamos (neurocráneos más desarrollados y caras más pequeñas) sería necesario un cambio en la pelvis femenina, cuyo canal de parto es ya demasiado angosto (de ahí que nuestros bebés nazcan prematuros, debiendo madurar postnatalmente, lo cual impone sus límites: no puede nacer un niño tan prematuro que no tenga capacidad para la digestión o la respiración autónoma).